jueves, 25 de marzo de 2010

Me ha pillado el apagón

De repente ha hecho pum. Y me da lo mismo que varios abuelos mal sintonizados me lo vinieran diciendo desde hace meses. No han sido claros en ningún momento ¿Qué era eso de que “este programa empezará el cese de su emisión a partir del día…”? ¿Eso es informar? Empezar a acabar ¡eso no existe! Es como subir pabajo o bajar parriba. Acabar es acabar. Si yo llevo quince minutos esperando mi comida en un restaurante y el camarero me dice: “no se preocupe, que en dos minutos el cocinero empieza a acabar” yo me cabreo, y mucho.

Además yo soy muy de aquí, muy de no creerme lo que me dicen a nivel institucional. Llegó el mes de marzo y… no pasó nada. Cuando encendí el televisor, a pesar de la maldición gitana, éste estaba lleno de personicas con todos sus colores. Uno ve eso y se replantea hasta las predicciones de los mayas. Empezar a acabar. Yo me preguntaba (y compartía mis dudas existenciales con familiares y amigos) qué querrían decir con eso exactamente. ¿Se esfumaría cada día (sin previo aviso) un canal de televisión? ¿Encenderían y apagarían por franjas horarias? ¿Emitirían sólo programas de teletienda y llamaygana para sacarse unos euros mientras llegaba y no llegaba el final?

Alguien me dijo: “No mujer, eso es que van a ir bajando la intensidad poco a poco hasta que se acabe del todo”. Y yo en mis ganas de que eso fuera verdad, y así ganar tiempo hasta que algún Antenista Sin Fronteras llegara a mi casa, me lo creí. Además, era hasta poético, me imaginaba una llamita, la que siempre nos ha estado iluminando, la que nos ha ayudado a preparar la comida, la que ha decorado nuestras tartas de cumpleaños, la que nos ha creado ambientes románticos, místicos, de emergencia cuando se va la luz… apagándose poquito a poco, hasta desaparecer, dejando un rastro de humillo ascendente… y después… nada. Así veía despidiéndose a mi televisor, con una pantalla cada vez más nevadita hasta quedar completamente alejada de mi vida, mirando al otro lado, compartiendo conmigo ya sólo puntitos de luz.

¡Y una leche! Ha hecho pum, de repente, a mitad de frase, a las doce en punto (las once en Canarias, aunque allí no sé qué habrá pasado) sin un anuncio, ni una despedida oficial ni un “prepárate que allá vamos” Desconcertante y soso. Durante unos minutos Canal 9, sintiéndose una estrella mediática, por primera vez ha copado el 100% de la emisión (momento de alivio momentáneo al no verme tan desamparada) pero no ha sido más que el último estertor. A las doce y media… la nada.

Sólo las cadenas públicas se han dignado a poner un cartelito informativo para que no mantuviera la falsa esperanza de que fuera un problema técnico momentáneo. Ha sido contundente: “La programación de TV Analógica ha dejado de emitirse por este canal. Puede seguir visualizando este programa en TDT. Más información: 901 20 10 04”

No he podido evitarlo… y he llamado. Con un par. La curiosidad me puede. Ahí un señor muy amable de la “Oficina de atención al usuario de televisión analógica” ¿OAUTA? Me ha confirmado que no es una prueba, que es definitivo y que la televisión que me ha ayudado a formarme como persona… ha muerto. Descanse en paz.

¿Y ahora qué? La tele la he tenido que apagar porque para una amante del cine fantástico y de terror ver la pantalla así la llena a una de ideas sobre fantasmas, puertas espacio-temporales y dimensiones paralelas.
De momento voy a plancharme el pelo y a encender la radio, que con suerte escucho la versión radiofónica de los Simpson’s.